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El dilema de la eterna coyuntura

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Cualquiera que consulte el significado de la palabra “coyuntura” en el diccionario de la Real Academia Española se encontrará con tres acepciones, enumeradas y consecutivas.

La número 1, que se supone la más estrictamente descriptiva, dice: (del latín co- ‘co-’y iunctūra ‘unión’): “articulación o trabazón movible de un hueso con otro”. Un uso más generalizado -decimos ahora nosotros-, admite entenderla como “bisagra”: algo que conecta dos tramos o segmentos de otro “algo”, funcionalmente vinculados por esa articulación. Y entendemos también que ese algo que resulta así articulado puede estar hecho (o no) de alguna materia concreta.

La acepción número 3, que suponemos tan válida como la primera, alude precisamente a esa otra significación. Dice: “combinación de factores y circunstancias que se presentan en un momento determinado”. Los dos tramos unidos por la bisagra así entendida implican en este caso, necesariamente, la conciencia del vínculo entre un antes y un después, articulados por ese “momento determinado”.

Esta definición de la palabra hace admisible algo que nos pasa especialmente a los argentinos: si la coyuntura es una combinación de factores y circunstancias que se presentan en un “momento determinado”, es perfectamente comprensible sostener que vivimos permanentemente en alguna. El problema es qué hacemos al respecto, especialmente si tenemos en cuenta que el tiempo transcurre de todas maneras, que la coyuntura de hoy será siempre una consecuencia de la de ayer y que, según la combinación de factores en juego, la de mañana puede terminar siendo la misma que la de hoy.

A lo mejor la respuesta esté en la acepción que la Real Academia pone en segundo lugar, vinculando -cual bisagra- la primera con la tercera. Por “coyuntura”, nos dice el diccionario, también podemos entender -citamos textualmente-: “oportunidad favorable para algo”.

Quizá quien esté leyendo estas líneas, publicadas en el marco temático en el que discurre esta revista, atravesados como estamos por las evidencias de la realidad, no requiera de más palabras para extraer de aquí su moraleja.

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